Lo que proyectamos hacia el exterior muchas veces es la realidad de lo que somos y, otras, una forma de ser maquillada y trabajada a conciencia para esconder defectos, inseguridades o simplemente aspectos que no queremos que nadie vea. Sinceramente creo que muchas cosas de nuestro ámbito personal las podemos trasladar al ámbito profesional y, por eso, hoy quiero hablar de LA ACTITUD, de cómo trabajar una buena actitud, pero profesionalmente hablando. Seguir unas pautas, que nos marcaremos y que harán de nuestra imagen lo que nosotros deseemos.
- Qué queremos proyectar – Ese es el comienzo, tener claro qué imagen queremos dar: amabilidad, superioridad, tranquilidad, timidez, predisposición, organización…, o todas a la vez. Yo desde aquí voy a enumerar las características que me parecen fundamentales a la hora de enfrentarte a ciertas situaciones profesionales: reuniones, eventos, conversaciones telefónicas…
- Seguridad – Es inevitable sentir inseguridad en muchas situaciones, pero es necesario superarla y PISAR FUERTE. Pasos decididos, un buen apretón de manos (cuando se pueda), mirar a los ojos y no dudar son las bases para construir una actitud segura. Eliminaremos, al ser preguntados, coletillas tipo “eehh”, “bueeenooo puessss”, en realidad más que lo que decimos es cómo lo decimos. No titubees, no dudes y si no sabes la respuesta a lo que te están preguntando, simplemente admítelo y ten preparado un “comodín” para esta situación, del tipo “ese dato lo desconozco pero lo consulto y te digo cuanto antes”, y cúmplelo, desde luego.
A la hora de PRESENTAR UN EVENTO es fácil dejarse llevar por la inseguridad y los nervios, pero, al menos desde mi experiencia, el saber lo que vas a decir elimina casi en su totalidad esas desagradables sensaciones. Aprende lo que vas a decir, ensaya en casa, no solo el texto, sino la naturalidad, la forma de entonar, de decirlo, y elimina comentarios en los que no saldrás airoso, por ejemplo, si crees que no tienes gracia para hacer algún chiste que venga al pelo, mejor no lo hagas.
Y, por último, simplemente piensa que el auditorio está lleno de personas como tú, así de sencillo.
- Tranquilidad – La tranquilidad es la base de un buen trabajo. Agobiarse y ponerse nervioso NO AYUDA EN NADA, absolutamente en nada; no nos deja pensar con claridad y actuamos con prisas, atropelladamente, con lo cual las cosas saldrán como poco regular. Organizarse, priorizar el trabajo, no empezar algo hasta que no hayamos terminado con lo que estamos, son pautas básicas para trabajar con tranquilidad. Y por supuesto, si caemos en el “histerismo”, que no se note y que el cliente no lo sepa, porque eso le hará sentirse muy inseguro hacia ti y hacia tu trabajo.
- Las cosas claras y saber escuchar – Hablar claro, sin prisas, si es con una sonrisa, mejor y, muy importante también, DEJAR HABLAR AL OTRO (saber escuchar y que se note que lo estás haciendo, que no desconectas de la conversación). Cuando alguien intenta hablar y es interrumpido una y otra vez se produce una sensación muy molesta y que genera impaciencia y hasta irritabilidad.
- Simpatía y empatía – LA SIMPATÍA NO CUESTA NADA Y DICE MUCHO; ser amable, educado, dar las gracias, pedir por favor son cosas que parecen obvias, pero que no siempre se ven. Que lo vean en ti, que después de colgar el teléfono, tengas la seguridad de que tu interlocutor ha pensado “pero qué persona tan maja”. Y desde luego la empatía; cuando tu cliente llega con un problema, ponte en su lugar y házselo saber, busca soluciones como si fueran para ti.
- Tú eliges – Es decisión tuya qué actitud quieres tener y cómo deseas enfrentarte a las cosas. Trabájalas, sé consciente en cada situación de cómo te comportas, APUNTA Y CORRIGE lo que no te guste y, sobre todo, una actitud positiva es la base para trabajar con placer y que, poco a poco, se cumplan tus retos.