Mi hijo (10 años) me ha preguntado esta mañana que cuándo es el “Día del Hombre”; al decirle que no hay día del hombre propiamente dicho, me ha contestado muy sorprendido que por qué de la mujer sí y del hombre no. Lo bueno de todo esto es que me lo ha preguntado, con toda su inocencia, delante de mis dos hijas (más pequeñas que él) y cuando les he explicado que el Día de la Mujer se celebra porque de verdad hay mucho que celebrar pero, aún, mucho que lograr, que hace no tantos años las mujeres no podían votar, ni estudiar una carrera…, y que su presente y su futuro estaba escrito por personas que no eran ellas, porque ellas no tenían poder de decisión sobre sus vidas, y que gracias a muchas mujeres, a lo largo de los años, que han luchado, reivindicado, alzado la voz y demostrado muchísimas cosas, se ha conseguido que hoy lleguemos a donde estamos…,  cuando les he contado todas esas cosas, en su lenguaje, para que me comprendan, no ha dejado de sorprenderme y maravillarme la incredulidad con la que me miraban.

            Me tranquiliza y a la vez me asusta que ni mi hijo ni mis dos hijas casi ni entiendan lo que les digo (por eso es imprescindible explicárselo, igual que les explicamos que ni los tomates ni las naranjas nacen ya directamente en la estantería del súper, sino que llevan un proceso detrás que ha supuesto el esfuerzo de muchísimas personas, también deben saber que antes no todo era así); lo cual significa que no perciben la desigualdad, que les resulta inexplicable que una mujer no sea igual que un hombre en aspectos como los estudios, el trabajo y un largo etcétera, o que una mujer pueda recibir menos por hacer el mismo trabajo que un hombre. Están “limpios” en su mente y en su manera de ver las cosas, por eso también me asusta, porque pienso que no quiero que llegue un día en que perciban esa desigualdad (sobre todo ellas) y que se den cuenta de que es la realidad y que hasta la asuman como “normal”. Me niego.

            Por eso lo que les diré a mis hijas cuando llegue el momento es que lo importante es que sean y se sientan LIBRES, de hacer lo que quieran (sin dañar a nadie), vestir como quieran, ir a donde quieran y con quien quieran y, desde luego, estudiar y ser lo que quieran. Pero que tan importante como la LIBERTAD, es la INDEPENDENCIA. Que jamás dependan de nadie, ni emocional ni económicamente, ni en lo más cotidiano de la vida. Que sepan desenvolverse solas, para todo, porque eso les dará una seguridad que, sin duda, transmitirán allá por donde vayan.

Y lo que les diré a ellas y también a mi hijo es que no se callen ante las injusticias y ante las desigualdades, que formen parte de una sociedad que se compromete en que hombres y mujeres sean equipo, que valora el talento, la empatía, la educación y el compromiso.

            Vamos a educarles desde pequeños, con conciencia y, sobre todo, dando ejemplo.