Cuesta recordar, a los que tenemos más edad, a los que hemos vivido una infancia sin móviles ni ordenadores, con únicamente un teléfono fijo en casa (y ni eso), qué hacíamos antes sin Internet, cómo consultábamos las cosas, cómo nos comunicábamos. Y, sin embargo, la vida era así, sin tecnología, y seguía fluyendo…, aunque ahora nos cueste hasta creerlo.
Como casi todo en la vida, hay dos caras, casi siempre opuestas, una buena y otra mala; una fantástica y otra peor. Y por supuesto Internet no escapa a esta dualidad. En comunicación Internet nos ofrece muchísimas cosas buenas, pero también otras malas que nos hacen no ser demasiado éticos, ser perezosos y perder la verdadera esencia de lo que es comunicar, contrastar, preguntar e indagar…
Pero comencemos por las cosas buenas. Como comunicadora y, sobre todo, como persona a la que le gusta estar puntualmente informada, Internet te ofrece una inmediatez asombrosa, el aquí y ahora en su máxima expresión; cualquier cosa que ocurre estará en la red seguramente antes que en la televisión o en la radio, y no digamos ya que en la prensa en papel. Uno de mis profesores de Periodismo, Pedro Sorela, nos decía que “no hay nada más viejo que el periódico de ayer”, hoy en día esa frase debería cambiar “no hay nada más antiguo que el tweet de esta mañana”, por ejemplo.
Internet además te ofrece la posibilidad de contrastar, de informarte desde muy distintos puntos de vista y, desde luego, de poder expresarte, opinar, debatir, con (casi) total libertad. Mi convencimiento es que Internet te abre la mente, como informadora te da opciones, posibilidades, nuevas ideas…, donde puedes crear una red de contactos con tus mismas inquietudes, donde poder sacar partido a todo lo bueno que puedas ofrecer y que quieras contar.
¿Y las cosas malas? Hay tantísima información en Internet, que la tentación de “copiar” de aquí y de allá y la facilidad con que puede hacerse, son inmensas. La comunicación debe ser veraz, contrastada y, desde luego, original. Es muy fácil dejarse llevar por la pereza, la desidia y el tener al alcance de la mano toda la información que queramos, sin apenas esfuerzo, es demasiado sencillo. Pero así nuestra información carecerá de esencia y, lo que es peor, estará realizada fuera de toda profesionalidad y ética periodística.
Otro de los grandes peligros de Internet son los bulos, las noticias falsas, que proliferan de una manera asombrosa. ¿A qué darle credibilidad y a qué no?, ¿debemos creernos todo a pies juntillas? El problema de Internet es que no solo comunican los comunicadores, sino todo el que quiera hacerlo, con libertad, como debe ser, pero con las puertas abiertas para dar informaciones que no siempre son verdaderas. Tengamos cuidado con esto y, al menos los profesionales de la comunicación, no contribuyamos a su difusión.
Pero sobre todo, por hablar siempre en positivo, Internet nos facilita la vida, seguramente nos la hace más agradable y nos permite comunicarnos SIEMPRE, solo hay que saber seleccionar, elegir y desechar…