La actualidad manda y no pronunciarse sobre este tema es complicado. Todos los que hemos visto el “docudrama” de la hija de Rocío Jurado, aunque solo sea de pasada, aunque haya sido indirectamente, porque es difícil no “toparse” con esta noticia que ha provocado tal revuelo mediático, todos, en nuestro fuero interno, nos hemos posicionado de un lado o de otro, hemos emitido nuestro propio juicio.

            Pero yo no quiero, desde aquí, hacer tal, no quiero hablar como persona, quiero hablar como profesional de la comunicación, como periodista. Quiero dejar al margen de este artículo cualquier juicio u opinión sobre lo dicho y contado en el “docudrama”, solo quiero hablar como periodista, con toda la amplitud de esta palabra, para determinar que, bajo mi punto de vista, lo que hemos visto es algo fuera de toda ética profesional, que traspasa los límites de lo moralmente aceptable dentro del ámbito periodístico.

            Aquí, en este circo que se ha montado, creo que entran en juego varios términos, algunos porque son de sobra utilizados y otros, porque ni se les ve ni se les espera: ética, presunción de inocencia, juicios paralelos, moral, contrastar la fuente, y un largo etcétera.

            Que un medio de comunicación tan potente como el que ha acogido este documental, denoste, despida y criminalice a una persona a la que ha estado dándole voz durante años, sin contrastar lo que afirmaba, le ha pagado cantidades de dinero nada despreciables, ha permitido que se juzgue mediáticamente a una mujer como madre y como persona, y todo por la audiencia, dice muy poco de esta cadena, de su escasa ética y moral, de la bajeza con la que juega.

            Y que ahora, pasado el tiempo, dé voz a la otra parte -a esa mujer que estuvo tantos años en la palestra mediática sin que ella hablara-, dándole toda la credibilidad, alzándola como imagen de la mujer maltratada, recibiéndola en plató con todos en pie, como si fuera una heroína (halagos, alabanzas y aplausos que ninguna mujer científica o investigadora, letrada o cualquier mujer trabajadora o no trabajadora, ama de casa, maestra, barrendera, farmacéutica…, ha recibido de esta cadena de comunicación). ¿Qué ha hecho esta mujer para recibir alabanzas? Quizá formar parte de un circo donde hay muchos ceros en juego.

            ¿Dónde está la ética periodística desde los comienzos de esta historia?, ¿puede valer todo por la audiencia?, ¿por qué se da voz a personas que juzgan despiadadamente a otras sin contrastar la información o dar voz a la otra parte?  ¿Por qué se permite que dos adultos hablen de sus miserias habiendo menores –en su día- por medio que, además, son los grandes perjudicados? ¿De verdad son periodistas todos los que antes creían a uno y ahora lo lapidan y después dan credibilidad a la otra parte y la elevan a las alturas?

            Como periodista, esta historia me da vergüenza y creo que no representa para nada a esta profesión, al contrario, la desprestigia y la deja caer por los suelos. El periodismo no es eso, el periodismo es información, veracidad, ética profesional, la búsqueda de la noticia y de las fuentes y, sobre todo y ante todo, dignidad.